viernes, 23 de septiembre de 2016

Mis argumentos ante el Plebiscito


El tema más importante de los últimos meses es la firma del acuerdo de paz en la Habana y como consecuencia la realización del plebiscito. Polémico pero necesario, este acuerdo se ha convertido en el punto de discusión más fuerte y común entre los colombianos. Aquí quiero explicar mis argumentos por los cuales sostengo mi posición, sin la intención de profesarlos como una especie de doctrina religiosa o politequera, pero sí de una forma informada y responsable.

En primer lugar, aclaro que las Farc ni se rindieron, ni fueron derrotadas y por ello no podemos encarcelarlos con justicia ordinaria como algunos quisieran. Ellos decidieron negociar, (dícese de la acción y efecto de llegar a una acuerdo en común en el cual las dos partes ganan y pierden algo con el fin de quedar en igualdad) Así que todos tenemos que ceder algo para llegar al punto que queremos; el fin de las Farc.

La guerra en Colombia con este grupo armado lleva más de medio siglo, y ha afectado más al campo que a cualquier otro sector. Ha sido el karma de las familias pobres y olvidadas por el Estado, la enfermedad que se ha llevado a sus hijos, hermanos, padres, tíos, etc. Por esta razón, estas mismas familias vulnerables quieren que su sufrimiento termine, que no haya más reclutados de ningún bando, y yo estoy de su lado. Sí, no he vivido esto en carne propia, soy una citadina más, pero a diferencia de muchos no pienso en el terror de ver exguerrilleros en las calles, pienso en la alegría de verlos sin fusiles.

La reforma rural plantea dejar de ignorar al campo, darles seguridad alimentaria, en salud, en educación, etc,  contribuyendo a que los campesinos (el motor de este país) puedan tener una vida más digna. Además, que las tierras de las cuales fueron desplazados y despojados sean devueltas. Sin embargo creo que aquí está el primer problema para los caudillos opositores: muchas de esas tierras las tienen ellos, o sus amigos, o sus empresas, o las multinacionales que ellos aprobaron; en todo caso, sus círculos de intereses económicos.   

“No puedes obligar a nadie a perdonar lo que le han hecho” me dijeron por ahí, y estoy de acuerdo. El perdón es un acto bastante interno e individual, que solo podrá entender quien lo realice. Sin embargo, sí puedo opinar que aunque es lo más difícil de hacer, es lo más sano porque la venganza y el rencor contribuyen a más violencia, creando así un círculo vicioso. Así que si tanto siguen celebrando la obra de personajes como Nelson Mandela, a quien admiran años después de su muerte, los invito a recordar que su acto fue de total perdón para conseguir la paz. Con esto no quiero decir impunidad absoluta, pero sí venganza nula.


Por otro lado se encuentra el tema de que se les dé dinero a los exguerrilleros (lo cual pasó, sin controles, durante la desmovilización de los paramilitares), pero hay que tener en cuenta que esto es durante su reinserción, ¿Qué puede hacer una persona que solo aprendió a cargar un arma si no la apoyan en algún sentido? Necesitan estudiar o trabajar dignamente. Además de eso, está la discusión de las curules en política. Considero que este es el problema más grande para los políticos que se oponen, pues nada que les duela más que “se les metan al rancho”, y a las personas de la ciudad, nada que les aterre menos que un partido político diferente a los que ya existen, y de gente que portó armas. Es ridículo ver que les preocupe más que haya cinco desmovilizados sin delitos de lesa humanidad que puedan participar en el congreso, con voz pero sin voto, y no que haya una enorme cantidad de guerrilleros disparando en el monte.

Otra aclaración importante que hay que hacer es que sí habrá cárcel, quizás no de la forma que esperan algunos, porque como dije al comienzo, esto es un acuerdo y no una rendición, pero sí existirán penas. Además los guerrilleros tendrán que hacer labores sociales en las zonas afectadas y tendrán que contribuir a la reparación de las víctimas, como algo sumamente importante y necesario para que en algún momento sea posible el perdón.

“Santos le entregó el país a las Farc”, creo que es el argumento más vacío que he escuchado. En primer lugar, como ya lo he dicho varias veces, una negociación consta de dos partes que tiene que ceder algo. No veo dónde se encuentre el contrato que nombre a las Farc los dueños del país. En segundo lugar, se supone que constitucionalmente el país es de todos, aunque hasta el momento le pertenezca a las mismas 5 familias y 4 empresas de hace 100 años.

“La gente va a votar Sí por miedo, no porque de verdad quieran la paz”, fue otras de las frases que escuché en medio de una conversación. ¿y qué miedo puede sentir usted que jamás ha combatido? Obviamente los campesinos tiene miedo, el mismo que han sentido desde que esto inició: de que sigan muriendo sus vecinos, amigos, familiares, e incluso ellos mismos, pero créame, que ellos son capaces de perdonar más de lo que alguien, que no ha salido de Bogotá o de otra metrópolis, puede sentir. El problema son los que sienten miedo por otras cosas; de perder las tierras que consiguieron baratas porque campesinos fueron desplazados, de que pueda existir una voz diferente a las que ya existen, o de cruzarse a un exguerrillero en su día a día, etc, eso es lo que realmente les da miedo a muchos, pero no votarían por miedo a que siga el conflicto, al contrario, les convendría que aún no acabe..

Si revisan los acuerdos de paz de otros países, podrán darse cuenta de que nosotros estamos muy bien. En otros lugares entregaron más de 80 curules en política, también el puesto de vicepresidente y otros cargos importantes. Además duramos menos tiempo negociando. Puede no ser el acuerdo perfecto, pero creo que ha sido un buen trabajo que vale la pena intentar. Llevamos tanto tiempo viviendo lo mismo que es preferible hacer un intento por alcanzar la paz con este grupo guerrillero. No vamos a llegar a “la paz” apenas se firme el acuerdo, pasarán años, pero es el primer paso para empezar a ejecutar aquello que nos llevará a la anhelada inserción de Colombianos que estuvieron en el bando equivocado. La paz no es de Santos, no es de Timochenko, no de Humberto de la Calle, la paz es de Colombia.

Así que mi posición es un rotundo Sí, que espera que el sufrimiento ajeno cese, que quiere una Colombia más justa, tolerante, incluyente y diversa. Quiero una nueva oportunidad para un país tan hermoso pero tan fragmentado y maltratado; y estoy convencida de que aunque no sea la forma perfecta de terminar este conflicto, sí vale la pena intentarlo. Al menos es una propuesta que abarca muchos planos importantes y no se centra en la venganza y la sangre. De cualquier manera todo intento por dejar de gastar dinero en armamento y destinarlo a lápices y cuadernos, vale la pena.